sábado, marzo 18, 2006

Calíope

¿Llovía? – Se preguntó somnolienta- ¿Qué era ese ruido tintineante que la despertó entre matas de hierba en la hermosa campiña? Se alzó despacio, el paño de su manto húmedo del rocío de la mañana, sus ojos, lentamente, descubrieron hermosas gotas de oro que caían del cielo, posándose con suavidad sobre ella. Se sentó bajo el gran sauce y empezó a recordar.

Mientras recogía en sus manos algunas de esas hermosas gotas doradas vinieron a su mente escenas antiguas, en un palacio cuando sólo era la niña Calíope. Dos adultos la acompañaban de la mano, mientras ella les dirigía su sonrisa. Su padre, todo poderoso Zeus miraba con ojos amorosos a su madre… demasiado pequeña para entender de política, de amor o poder, jugaba en los jardines y estanques con nenúfares y tritones. Había recibido una profunda educación clásica y le enseñaron los secretos de las palabras para recordar en el futuro las gestas de los dioses a los pueblos de Tracia y de más allá de sus fronteras… qué sensación tan agradable volver la vista a la infancia protectora y feliz.

Escribió en sus tablillas frases evocadoras. Tan absorta estaba en ello que no percibió la cercanía de ninfas y sátiros, siempre dispuestos a gozar y hacer ruido con sus caprichosos juegos. No entendía tanto alboroto sin sentido, mientras algunos pueblos no sabían lo que era algo de prosperidad. Demasiado terrenales… sin un átomo de reflexión… a veces, reconocía que los envidiaba ya que no tenían otro deber. Sin embargo, ella, más sus ocho hermanas, no tendrían descanso en la historia de la humanidad, inspirando sea la música que la poesía, el arte o la historia, la ciencia…

De nuevo se quedó absorta. En su mente veía el rostro bello de un guerrero triunfal, tanto que la luna palidecía en su presencia, en aquella dulce noche a la orilla del mar, después de la batalla… entre ellos surgió una verdadera amistad. Suspiró. No estaba destinada a permanecer en su abrazo. Pero una vez que estuvo en su sueño de musa lo ensalzaría internamente cada día que pasara. O aquél otro de la piel del león, en sus doce trabajos… tan fuerte y poderoso. Se alzó para pasear y curiosear el baño de las ninfas. Las vio retozando sin cuidado… Aquiles, qué es de ti…

Y entre su paseo y la escritura, se allegó a un monte alto, donde había de encontrar a las musas en la cita estacional con Apolo. Sintió el viento fresco azuzar su manto claro y escuchó un bello canto. Clío y Erato la esperaban bajo la dorada luz del sol.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No me puedo creer que soy el primero en colgar un "comment" en tu flamante y precioso blog. Enhorabuena amiga, espero que este sitio te reagale, nos regale, muy buenos ratos, leyendo, escribiendo y mirando.
Espero que mi ordenador kievita no mande los acentos y las eñes como símbolos rarísimos.
!Ah! Te recomiendo que copies aqui esos poemas que tienes en:

http://personal.telefonica.terra.es/web/juan-planas/soldeste.htm

Besos, suerte y enhorabuena.

Anónimo dijo...

Suerte en el empeño. Comienzas bien. No bajes el nivel ni consientas que el blog sea el pañuelo que limpie tus lágrimas. Pero tampoco lo conviertas en algo impersonal. Dale tu impronta y que con las visitas asiduas sepamos (intuyamos) quien eres y como eres.

Anónimo dijo...

Apenas puedo decirte nada, querida. Sólo que soy incapaz de leerte sin verte al otro lado del papel, sin sentir tu presencia, sin notar esa brisa suave que irradias en cada movimiento, en cada mirada y, por supuesto, en cada una de tus palabras. Por eso, no puedo ser Calíope, porque se me va la vista buscándote a ti, a la dueña del secreto, convertida en amable y cálido demiurgo de mirada plena de azul y viento, que me hace ser un cada día un poco más abierto, más sensible, más humano. Te quiero, no lo olvides nunca.
Carlos Y.