miércoles, mayo 09, 2007

Málaga


Entreví la ciudad a medida que se dejaba ver a través de la carretera -es decir, autovía- que como sólo una sugerente mujer puede hacer deslizar la mantilla a través de la espalda y escote... poco a poco y con suavidad se veían sus edificios entre colinas engarzadas por la línea del horizonte azul. Me gustó.

Me gustaron sus callejuelas, el aire templado de noviembre, el sol que me cubría el rostro de un modo diferente al de aquí. Hacía tiempo que pensaba en ella, en su derecho a crecer, cuando yo ya había visto desarrollarse a la otra dama del Guadalquivir. Ella, ahora justamente, alza su cabeza orgullosa, demandando la atención que antes no le han concedido. Y vi la posibilidad de hacerme con ella, de poder habitarla un día.

Conocí los museos, los dos que me interesan. El del pintor universal y el del mercado fascinante. Paseé por aquellas urbanizaciones de los setenta, entre gentes diversas a las de aquí, con costumbres distintas. Más de dos años después el destino o como los dioses hayan decidido, puedo acariciarla de un modo original, sin vivienda y sin hotel, de la mano de mi querido amante. De modo inesperado ella ha entrado en mi vida, aunque todavía no plenamente.

Esta noche he encendido tres velas, irregulares, viejecitas ya. De repente ha venido esta minúscula idea de la bella señora del mediterraneo. Mañana me espera engalanada de sol y mayo. La energía ha vuelto, la ilusión se renueva, el verano se acerca con pasión y me dejo querer como nunca he soñado. Espero que un día me acoja en un abrazo estrecho y me deje dormir en su mejor estancia. Y despertarme con él.

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