Me aferro a las sensaciones que esta tarde me ha procurado el paseo bajo la lluvia en la ciudad. Refugiada en la cálida librería Céfiro, donde hago acopio de libros y charlo de autores en el querido ambiente familiar. Por los cambiantes perfiles de la Encarnación, me sorprendo ante las tiendas que se transforman en otros negocios... la gente camina apresurada o tranquila, yo floto por un día en la paz transitoria que busco sea más duradera en estos tiempos difíciles. Pasó marzo y con él la posibilidad de una mudanza, adaptarse de nuevo a la vida sevillana, la búsqueda de ilusiones en lo cotidiano o más bien, el encuentro con el tiempo perdido. Los amigos que echo de menos y en los que pienso. Los hermanos. La familia. Cuando hay tormenta se ve quién es fuerte, quién solidario, quién amigo y generoso. Hace mucho que no me encuentro sola, que busco apoyos, que la vida me sostiene en movimientos elásticos y quiero no perder la poesía.
Me dirijo al convento de Santa Inés, con su compás recoleto, para ver la exposición de paisajes andaluces. La disfruto como si cada cuadro me hablara un poco, como si el pintor me contara historias. Habría que verla otra vez y se acaba este sábado. Sigo adelante y cojo el bus que me lleva directamente al barrio donde habito. La casa limpia. La tarde, a pesar de todo, acogedora. Y hace un año que empecé por estas páginas abiertas. Cuando pienso en ti el sol me sonríe a través de las nubes.
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