lunes, octubre 16, 2006
aprender a amar
Está cambiando el tiempo. Voy al trabajo en horario de tarde y me resulta familiar, acogedor. Como algo que viene solo, de tantos años aprendido. La costumbre nos fija a la realidad y lo inhabitual nos acelera a un cambio, hacia una adaptación donde juegan otros factores. Ahora aprendo a amar. No es nada sencillo -nadie me lo ha enseñado- y recapacito. Aprendo a cada paso el valor de cada momento. La memoria se desvanece ante lo nuevo. Le he enviado un sms algo poético y no pienso en guardar esas palabras. Algo parecido al galán de noche y el perfume de sus labios densos. Algo parecido a sus ojos y la pureza del aire que se ve desde la ventanilla del avión. Mis sensaciones de él se me quedan grabadas como testimonios de días que son nuevos e inhabituales. Su pupila que me acaricia tumbado de costado. La mano que me espera estando yo detrás. El abrazo que me estrecha como cuando era una niña pequeña y me espachurra. Las palabras que intercambiamos están empezando a nacer. De vez en cuando, como anoche, como esta tarde, se me acerca un pensamiento distinto: lo que sería de mi mundo personal sin que él estuviera, sin que él llamara o me abrazara más... el regalo de vida que me ha llegado en agosto desaparecido. Consigo imaginarlo y lo que recojo en mis manos es una vida mía probable y ciertamente apta. Apta para el arte -sin él- apta para la lectura -sin él- apta para el estudio y la escritura... sin él. Me viene a la mente una vida sin amor... sin deudas, como una balanza estática e inamovible. Nada más se movería en mi corazón. Ni un beso más sin amor. Cada vez que siento la inmensidad vital que nos mueve me doy cuenta de los valores cambiantes y de los objetivos por cumplir. Ahora no es así. Ahora sólo me queda aprender a amar.
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