martes, febrero 06, 2007
calma aquilatada
Sonrío. Estrecho mi mano en la tuya mientras corremos descalzos por la playa. Es un verano tardío, hace más de veinte años. Tú, tan delgado y ágil, juegas con el aire a ver quién es más veloz... yo, te sigo, enfocando mi vista hacia el sol que me llega a través de tu silueta en el atardecer. Caemos rendidos en la arena. El agua choca dulcemente sobre la orilla. Tengo tu cabeza sobre mis muslos y te acaricio el pelo. Sonríes y cierras los ojos mientras me aprietas la mano como si fuera a soltarme. Me inclino hacia ti y recojo tu cabeza bajo mi brazo. Así veo tu óvalo dulce y aprecio más ese gesto que amo. Nos contamos los sueños. En ellos aparecemos juntos, haciendo cosas inexplicables, fantasías que se arremolinan, juegos que vendrían sin pensar... queda tanto tiempo por delante que no sabemos que sucederá. Tampoco nos importa... se levanta algo de viento cuando se oculta el sol y vemos regresar un velero hacia puerto. Seguimos ese camino y nos lanzamos al agua para un último baño. Nado, nado, nado, con amplias brazadas y calma en mi vida. A pocos metros estás también nadando tú, vigilando por dónde trazo en el agua... queda poca gente en la playa. Cuando estemos en la casa, después de la ducha caliente tomaremos una cena reconfortante, nos abrazaremos en la noche sintiendo el aire limpio de la costa. Nada más dulce que sentir cerca tu abrazo. Como si lo hubiera tenido siempre y fuera gratis cada día. Sólo yo sé cuánto lo he soñado. Y aún, lo sueño.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario